La mujer es un lienzo en el que la sociedad se expresa. Y ella, se deja pintar. De hecho, también tiene las manos manchadas. Es lo que ha aprendido. La educación, el trabajo, la cultura van poniéndole sus huellas sobre pecho, nalgas, vientre o espalda. Hay que aguantar, hay que ser el cuerpo, el útero, la casa, la que llega a todo, la mejor, tener hijos, los mejores hijos, ser las mejores madres, demostrar que en el trabajo también pueden con todo, ser de mil colores y preciosas y seguir brillando, ser la obra de arte resultante de toda esa mezcla de color… aunque en el fondo ella, ellas, solo quieran ser y ya está.

Nadia Sous

Puedes adquirir las fotografías en mi Galería.

Todavía no sabe lo que supuso ser mujer antes de que ella llegara al mundo. No tiene idea tampoco de lo que será convertirse en una. Ella es la que viene a ser plena. Ahora es solo una chispa, si quiera un mero brillo de la luz cegadora en la que va a convertirse. Será imposible no verla y contagiarse. Alumbrará cualquier rincón donde aún existan sombras.

Envase y urna compacta que empezará a partirse en el instante en el que comience a ser madre. Su ser se resquebrajará para dar paso a dos nuevas vidas: la que llega y la que brota de sí misma. Mujer que cambia cuando da a luz. Porque abrirte, desgarrarte, sangrarte forma parte de tu condición. Porque has estado practicando toda la vida sin darte cuenta. Y cuando sucede, una parte de ti muere en el parto. Le dices adiós a la mujer que fuiste y le das la bienvenida a la nueva mujer que te encarna. Sacarás todas las fuerzas que no sabías que tenías. Te dolerá la vida y el sueño y el hambre y el cuerpo. Cambiarán tu mirada y tus pezones. Tu abdomen y tus grietas. Y en algún instante, tendrás la certeza de que, da igual lo que te traiga la vida: podrás con ello.

Rosa. Muñecas. Acunar muñecas. Vestir muñecas. Pasear muñecas. Cocinitas. Bailar. Cantar, pero no tan alto. Como una niña, así, muy bien. Cruza las piernas. Sé delicada. Sé perfecta como esa muñeca. Ayuda siempre a mamá. No hagas ruido. Falda. Sujetador. Vello fuera. Que no se note que tienes la regla. Nosotras nunca nos manchamos de sangre. Gústales a todos y a todas. Cuidado con los chicos, que solo quieren sexo. Nosotras no, nosotras solo amor. Que no se aprovechen de ti. Que te protejan. Que te ayuden en casa. Que te lleven en bandeja. Estudia para llegar todo lo lejos que quieras. O que puedas, que hay que tener familia. Hay que ser madre. Hay que ser madre moderna. Madre que llega a todo. Mujer que puede con todo. Mujer como un hombre. Mujer que no es débil. Mujer que no puede flaquear para que no se la coman. Mujer que reivindica mientras otra mujer limpia su casa y plancha su ropa. Mujer que demuestra que es otro tipo de mujer. Mujer que deja crecer su vello. Que deja de esconder la regla. Que folla con quien quiere sin buscar amor. Mujer que se masturba. Mujer que sale a la calle y canta fuerte y grita por sus derechos y llora en casa o fuera porque no quiere ser madre o no puede o porque ha intentado ser más dura y más cruel de lo que nunca se imaginó que sería para que no se la coman. Y no le gusta ser así. Y acaba odiando el rosa u ocultando que le encanta y ya solo quiere romper muñecas… Hasta que se abraza. Y se perdona.

Ella ha muerto ya muchas veces. De hecho, lleva muriendo desde que nació. Murió la niña, la adolescente, la inocente, la madre, la trabajadora, la amiga. Murió y volvió a la vida sumándose capas, hasta que un día dejó de morir. Se lamió las heridas, se reconstruyó con los pedazos esparcidos, se dio de beber mucho, se colmó. Y de todos esos escombros, emergió una mujer nueva. Una con voz. La mujer que llegó para cambiar el mundo. La mujer que ya no se esconde, ni agacha la cabeza. La que siempre ha sido y por fin es. La mujer de hoy. La mujer que faltaba.

Lleva siglos siendo y sintiendo lo que no es. Escondiendo su verdadera naturaleza y temiendo mostrarse para no arder en la hoguera. Ven, quémame, si te atreves. Lánzame una piedra más. La última piedra. La que consiga que todas mis hermanas salgan. No necesitamos la fuerza. Nos basta con levantar la cabeza. Limpio mis huellas con esmero. Una a una. Lo hago por las abuelas de mis abuelas y por mí. Y por las hijas de mis hijas.

Ella se despoja lentamente de su ropa, la deja caer con sensualidad. Está sola. Nadie la mira, pero se sabe sexy, coqueta, ¿femenina? No sabría definir qué le hace sentirse así. Se mira y las marcas en su piel afloran. Voces, creencias y manos que la han ido pintando, moldeando hasta hacerla un producto perfecto, consumible. Se vuelve a mirar, se emborrona las huellas y manchada, de arriba a abajo, comienza a seducirse. Como si ella fuera al mismo tiempo reina y tributo, su deseo acabase de serle entregado y esa pasión la hubiera estado esperando desde que nació.

A veces es un velo. Otras, una máscara de hombre en un cuerpo de directiva. Un sobresfuerzo para cobrar lo mismo. La creencia de que la maternidad va pegada al género. Una teta. Una soltería que justificar. Un dolor de regla disimulado. La vergüenza de follarse a cuantos/as quiera. La noche volviendo sola. Los tacones. La piel perfecta…
Cadenas que no todas las veces se ven, pero siempre aprietan el cuello.

Nadia sous

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